17 marzo 2013

La lectura como práctica de libertad


Derribando muros
La lectura como práctica de libertad

La presente ponencia describe las experiencias de un taller de lectura desarrollado en el contexto de una escuela cárcel durante los años 2007 a 2011. El taller extraescolar era una propuesta para estudiantes de la escuela secundaria y estudiantes universitarios. Quienes asistían al taller muchas veces no comprendían la modalidad de la lectura compartida, de la circulación de la palabra, de la libertad de expresión. El taller estaba dentro del Programa de Apoyo al último año del nivel secundario para la articulación con el nivel superior del Ministerio de Educación de la Nación, ejecutado por la Universidad Nacional de Quilmes.
En ese taller las conclusiones eran compartidas, la lectura por momentos silenciosa, por momentos en voz alta. La lectura era nuestro punto de encuentro, la escuela el espacio para lograrlo. En las aulas de la Escuela Media Nº 12 de la Unidad  Penal Nº 23 y 31 de Florencio Varela, se derribaban los muros al menos por 2hs cada viernes. Los muros de la mente, los muros que impedían circular la palabra, aquellos que no permiten escuchar otras voces.
Al iniciar el taller se le entregaba a cada estudiante una bolsa con libros los cuales eran una selección de textos literarios, ciencias sociales, matemática, guías con actividades para desarrollar en el transcurso de las jornadas. La posesión de esos materiales implicaba un acuerdo implícito de conservarlos y leer la mayoría de ellos en el taller, pero también era la oportunidad para los estudiantes de tener una llave con la cual abrir la imaginación en el momento que quisieran hacerlo. Esta llave no implicaba un tiempo de utilización, sin embargo, generaba un compromiso en su utilización. “La lectura está buena porque es una puerta hacia la verdad, tener un libro es tener la libertad de expresarse, de imaginar, de reflexionar, el entendimiento parte desde la lectura. Apruebo la lectura, los libros. Gracias. Pablo – Estudiante de la EEM N°12, taller 2007”
Nueve encuentros totales se destinaban al taller, de los cuales se distribuían tres por cada eje temático. Muchas veces literatura y ciencias sociales acaparaba el total de los encuentros. Tal vez la posibilidad de imaginar nuevos mundos a través de los cuentos, o la discusión en forma de debate y escucha que posibilitaban algunas de las teorías, atrapaban hasta dejarnos sin tiempo. “La verdad que con el correr de las clases se va sabiendo que es solo el comienzo que dura poco, pues “a veces lo que es bueno si es breve es dos veces bueno”., sin clasificarlo lo considero vital para mi futuro como base para mi gran proyecto “un título”. Aporta cosas importantísimas, no sólo del saber y de su aplicación sino de su interpretación, que eso no se aprende fácil ni leyendo un libro. Si el análisis de un texto se explica en forma colectiva uno puede observar diferentes interpretaciones al mismo tiempo y las concepciones son mucho más abiertas y con una mayor visión que aporta no sólo información sino que aporta “profundidad” que en la mayoría de los casos es difícil de adquirir. Es como que nos complementáramos con nosotros y el profesor, quien también sin dudas tiene que ver pues no es el material sino el modo que se utiliza ese material. Mis más sinceros y respetuosos deseos para quienes facilitan este curso, a sabiendas de donde lo hacen y vaya la promesa de que no los defraudaremos. Agradecido. Hidalgo – Estudiante EEM N°12, taller 2010”
Para que el taller pudiera funcionar, se acordó con la escuela dictarlo un día en la semana antes del horario escolar. Es importante aclarar que los espacios destinados a la educación dentro de la cárcel son aquellos que fueron ocupados por las escuelas primaria o secundaria. Entre quienes integran estas instituciones se refieren a estos lugares como espacios “ganados”, debido a la resistencia que la propia institución cárcel genera para cooptar estos lugares. Las escuelas si bien están dentro de la cárcel, mantienen su autonomía, sus reglas y por sobre todo el espacio de libertad de pensamiento, opinión y creación. Mantener estas características es un desafío constante. Así también los estudiantes fueron creando distintos espacios como lo son el Centro Cultural, talleres de pintura o el Centro Universitario.
Las instituciones son creaciones humanas, las cuales establecen un vínculo. “Desde nuestra perspectiva, las instituciones se pueden definir como edificios simbólicos e imaginarios, arquitecturas y construcciones" que el hombre levanta por su necesidad de dar forma (su trabajo con y contra lo informe). Las instituciones resultarían, así, tanto de esa condena a dar forma como de la imperiosa necesidad de elaborar lo inexorable de la brevedad de la vida, por lo cual las formas institucionales inscriben a los sujetos singulares en una permanencia que excede el presente viviente, ofreciéndoles la ilusión de un tiempo que no tendrán la posibilidad de habitar en el presente”. (Frigerio, 2005)
Dar el taller dentro del espacio de la escuela brindaba la posibilidad de dialogar entre todos en igualdad de lectores, sin importar de qué pabellón, causa penal o cantidad de tiempo estuviese detenido ese estudiante. Como se señaló al inicio, el taller estaba destinado a estudiantes del último año del secundario, pero también asistían estudiantes universitarios. Por el nivel de las lecturas y análisis muchas veces se acercaban estudiantes de la escuela primaria, pero se retiraban al poco tiempo. El requisito para asistir al taller era ser estudiante porque de esta manera se acompañaba la importancia de pertenecer, asistir y ser parte de la escuela dentro de la cárcel. Los estudiantes universitarios encontraban un lugar donde compartir las lecturas que estaba haciendo para las carreras a las cuales estaban  inscriptos. Era el ámbito perfecto para que sus palabras cobraran mas fuerza frente a un grupo que no los juzgaba sino que los escuchaba atentamente en cada intervención.
La asistencia continua al taller era un desafío que se encaraba cada semana. Los estudiantes para llegar al taller tenían que esperar que un agente del Servicio Penitenciario pasara a buscarlos por los pabellones. Como el taller no se evaluaba con calificaciones asistir era a voluntad, solo por compartir con el otro, con la lectura. Dentro de una cárcel muchas veces con la voluntad solamente no alcanza. Muchas veces sucedía que los estudiantes no habían sido buscados para asistir al taller. En otras oportunidades, las situaciones adversas propias de la cárcel generaban un desanimo en los estudiantes que en muchas ocasiones se ausentaban. En los peores de los casos los estudiantes no concurrían mas por haber sido trasladados a otra Unidad Penitenciaria.
Con este marco, es preciso tener presente que el taller se desarrollaba dentro de una cárcel, si bien el espacio de la escuela permitía la libertad de acción y desarrollo, la cárcel como institución total marcaba sus reglas fuertemente, a tal punto que incidían en la continuidad no solo de las actividades sino de la asistencia de los estudiantes. En palabras de Erving Goffman (1988:13) la institución total es un lugar de residencia o trabajo en donde gran número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un período considerado de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente. La disciplina, el orden son establecidos a través de un control que se desarrolla en una rutina y todos los sujetos se sienten en igual condición, privados de su libertad. Dentro de las instituciones totales se construye la idea de los privilegios y castigos, por lo que asistir a la escuela o ir a un taller puede interpretarse como un beneficio, el cual puede perderse en cualquier momento por quienes administran estos privilegios y castigos.
El taller permitía pensar en la lectura como una forma de participación social y cultural. La lectura implicaba un análisis individual y colectivo del texto elegido. Quienes se involucraban en esta actividad dejaban de entender a la lectura como una actividad pasiva o un simple acto para hacer pasar el tiempo dentro de la cárcel. A través de la lectura se generan discusiones entre otros autores, preguntas acerca de lo que se conocía, y discusiones con los nuevos saberes. Al leer es indispensable la soledad, introspección y concentración en lo que se está leyendo. Pero esta lectura recobra sentido cuando esas palabras se socializan, se ponen en juego con otros relatos, se comparten con otras historias y se discuten con otras ideas.
Coordinar cada taller implicaba comprender la complejidad del contexto en el que se desarrollaba, las características de los sujetos que integraban este espacio, la posibilidad de mediar entre los saberes compartidos y aquellos que se extraían de las lecturas. Las actividades propuestas eran una excusa para continuar el curso de las lecturas, muchas veces se finalizaban durante el taller y muchas tantas se dejaban para el desarrollo individual. La posibilidad de lograr la lectura en voz alta, donde el silencio acompañaba atentamente a quien pronunciaba los sonidos que invitaban a imaginar una historia, un paisaje derribando los muros que los rodeaba. No se trataba de exponerse a la crítica por la pronunciación o por lo interpretado, sino la posibilidad de escucharse y escuchar, de respetar la palabra del otro.
En cierta oportunidad dos estudiantes plantearon que en este tipo de taller se generó lo que nunca en otra circunstancia podría suceder. Uno había formado parte de la policía, el otro no conocía otra forma de vida que no sea el robo. Sin embargo, la escuela, el taller, logró que ambos se sentaran en la misma mesa, que escucharan las críticas o reflexiones sobre los textos compartidos. Pero por sobre todo, que escucharan lo que cada uno tenía para decir.
"No es posible un compromiso verdadero con la realidad y con los hombres concretos que en ella y con ella están, si de esta realidad y de estos hombres uno tiene una conciencia ingenua. No es posible compromiso auténtico si, al que se piensa comprometido, la realidad se le presenta como si fuera algo dado, estático e inmutable"(Freire, 1987). Realidades que se transformaban a partir de la palabra, del lenguaje y de manera de describir la realidad que los rodea. Desnaturalizar las situaciones, cuestionando desde las lecturas hasta los discursos socialmente establecidos que los describe a ellos y a sus propios compañeros y que se repiten, naturalizándose a tal punto de no cuestionarse.
En palabras de un estudiante, que se refiere al taller de la siguiente manera: Me parece importante este espacio que compartimos, porque estimula a una literatura donde muchos en estas circunstancias nos sentimos libres y a la vez nos hace reflexionar la importancia de las posibilidades que genera el conocimiento. Cuando dos mercaderes intercambian mercaderías, cada cual se queda con lo suyo, pero cuando dos estudiantes intercambian conocimientos, cada cual aparte de obtener el suyo puede quedarse con el del otro. No puede haber mejor transacción”. David – Estudiante Universitario, taller 2008-
Para iniciar el taller se le solicitaba a los estudiantes que hicieran un repaso de lo que se había hablado, las conclusiones de las lecturas, las apreciaciones personales. De esta manera, se destacaba la importancia de la escucha atenta y se permitía una integración en el diálogo de las interpretaciones personales. Así como una invitación a continuar la lectura, con otros tiempos, que no son los mismos de que puede brindar un taller de 2 hs de duración.
Textos como “La alegoría de la caverna” o “El fantasma de Canterville” generaban gran interés en la participación de la lectura compartida, pero también grandes debates relacionados con la realidad que ellos mismos atravesaban. “La realidad tiene diferentes puntos de vista. Mi realidad en este tiempo, día a día me despierto privado de mi libertad. Pero veo la otra realidad interna y es que me siento libre, libre. La teoría de la caverna me dio herramientas para reflexionar sobre el estado de las cosas. Silvio – Estudiante de la EEM N° 12, taller 2011”
Coordinar el taller, lograr que la palabra circule y permita en cada jornada ir derribando los muros que condicionan y estructuran a los sujetos que en él participaban, no fue tarea sencilla. Prejuicios, estereotipos y temores fueron los principales obstáculos. En cada encuentro se les pedía a los estudiantes que expresaran por escrito en un cuaderno, aquellas percepciones sobre la jornada, podían firmar el comentario, o hacerlo de forma anónima. Muchos encontraban en ese medio la posibilidad de expresar lo que sintieron, lo que les generó el taller y lo que esperaban de este espacio. Lejos de ser un aparato de control, este medio posibilitaba al coordinador tener en cuenta aspectos a mejorar, a sumar o bien a compartir con todos los integrantes. Por eso en el desarrollo de esta ponencia se incluyeron algunos de los tantos comentarios realizados en los años que se desempeño el taller de lectura.
 “Se inició una conversación desprolija entre alumnos donde no había un tema preciso, si bien es rico en su diversidad, se corre el riesgo de comenzar a divagar sobre temas generales sin prestar atención en un tema específico, la literatura. Los alumnos debían estar sentados  y darle un aspecto más formal a la clase impartida o como medio de coartar la enseñanza sino como forma de unificar criterios y arribar a una conclusión, particularmente creo que se puede guiar al alumno pero marcando quien enseña y quién aprende. ¿Hoy qué aprendí? ¿Estoy aquí para aprender? ¿El aprendizaje me mejora como recluso? Todas reflexiones que realizo a través de la lectura, entonces creo una vez más: la educación es positiva para mi vida. Anónimo – Estudiante universitario, taller 2009”.
            Compartir esta experiencia es poner en conocimiento de otra realidad, es extender los horizontes que plantea una experiencia en relación de la lectura y destacar el valor de este tipo de acciones para generar nuevas interpretaciones. De esta forma seguir construyendo nuevos saberes y conocimientos. La lectura dentro de la escuela para que se extienda fuera de ella. Los estudiantes del taller, cuando finalizábamos los encuentros, regalaban sus libros a sus amigos, familiares, generando la continuidad. La lectura no terminaba en ese espacio ni en las páginas de los materiales entregados, la lectura continuaba en sus pensamientos, en los recuerdos y las nuevas historias que comenzaban a escribir. De eso se trata de derribar los muros para dar lugar a la circulación de la palabra, construyendo puentes de comunicación que posibiliten nuevos encuentros con otros que piensen, opinen e interpreten de otra forma. Pero que en definitiva coincidan en que la única forma de compartir y construir es a partir del diálogo con el otro, participando de estos espacios de educación para poder lograrlo.
"Solamente el diálogo, que implica el pensar crítico, es capaz de generarlo. Sin él no hay comunicación y sin ésta no hay verdadera educación. Paulo Freire" - Nota difundida por el Blog de la Red Girasoles - 

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