17 marzo 2013

Vivir en la colonia: “the magical mystery tour”


Testimonio varelense

Vivir en la colonia: “the magical mystery tour”


La Colonia es un barrio de los tantos barrios que tiene el distrito de Florencio Varela (creo que todavía puede llamarse de esta manera). Durante el gobierno del Gral. Perón fue poblándose esta zona rural, de inmigrantes que buscaban una nueva oportunidad en este suelo. La mayoría de esos inmigrantes eran japoneses e italianos, pero también los hubo portugueses. Para la década de los 90, fueron otros inmigrantes los que ocuparon el lugar de los primeros, quinteros de origen boliviano se ocuparon de la labor de la siembra y la cosecha.  
Aunque no es la intención hacer un repaso histórico, estos datos dan un panorama de los pobladores de esta zona y el origen de su nombre. En esta zona también hay muchos compatriotas de Tucumán, Santiago del Estero, Salta que vienen por temporadas para distintas cosechas, muchas familias se quedan para probar suerte con el trabajo duro del campo.
Numerosas familias viven en la zona, gran cantidad de sus hijos estudia y trabaja por lo que implica viajar, movilizarse, cosa que en esta zona cuesta mucho. Cuesta porque sólo pasa una empresa de transporte la Línea 500 Ramal K, la cual recorre el camino rural de los barrios El Alpino, La Colonia y parte de La Capilla. Colectivo que oficialmente pasa cada media hora pero en la vivencia de quienes viajan asiduamente pasa cada 40 minutos a una hora. En tiempos donde el tiempo es valioso para todos, también para los que viven en el campo. Claro que muchas veces debido al mal estado del camino de La Colonia el colectivo no pasa por la zona y hace su recorrido por la Ruta Provincial N° 36 esquivando los infructuosos caminos, empedrados de la naturaleza, los baches habituales que muchas veces asemejan a un pequeño Dakar.
Durante la noche este camino permite adentrase a una oscuridad espesa y absorbente. Los altibajos del camino que no fueron memorizados durante la luz del día pueden ser una trampa para quien se deja llevar por el viaje. Grillos y luciérnagas acompañan en una tierra que muy pocos se animan a vivirla diariamente. María Medina, es una estudiante del Profesorado de Matemática del Instituto Superior de Formación Docente N °50 de Berazategui. María vive en la zona de La Colonia hace 12 años, se crió en una quinta muy cercana a donde hoy funciona el Complejo Penitenciario. Trabaja en la quinta junto a su familia desde muy pequeña.
Fanática de los Beatles conmueven sus palabras al referirse con tanto orgullo sobre su oficio de quintera, transmitido por su padre y ejercido por la familia. Trabajar en la tierra muchas veces genera la idea de un trabajo menor, poco preparado y muy desvalorado socialmente. Sin embargo, comprender la importancia de este trabajo, el esfuerzo y dedicación que genera hace comprender lo poco que conocemos y nos escuchamos. Pero sobre todo, el valor que tiene un oficio que en definitiva permite que muchos alimentos lleguen a la mesa de los hogares varelenses.
Cuando María comienza a describir su labor cotidiana en la quinta se apasiona y detalla por ejemplo, los cuidados que se deben tener con las frutillas “tenes que regar por goteo. Mi viejo hace los lomos con el tractor sobre la tierra abonada. A los costados de esos surcos van unas mangueras que son finitas y la riegan a las plantas de frutilla por goteo. Este tipo de riego mantiene húmeda la tierra. En los surcos se pone un nylon negro, donde van a ir las plantas se le hacen unos agujeritos, esto es para que cuando salga la frutilla no se pudra al contacto con la tierra. Para la época fría, se arma un túnel con otro nylon para que las heladas no maten a las plantas y sus flores. Es  un trabajo todo manual. Así se hace con el tomate y la berenjena.”
María cuenta que hace unos años las plantas de frutillas vinieron malas y perdieron toda la cosecha, lo que les implicó gran pérdida para poder invertir nuevamente. Los plantines de frutillas son traídos de EEUU por lo que su siembra requiere una inversión económica debido a su precio. “Hace 6 años volvimos a probar con la frutilla. Porque sembrar otras verduras es ganar solo para la comida. El trabajo de la quinta es un poco eso, te tiene que dar para volver a sembrar y para sobrevivir. Si te da solo para comer, a la larga la vas perdiendo y no queda en nada el trabajo, no podes volver a sembrar. Te tiene que dar para comprar semillas, plantines, remedios…” explica María.
Las estaciones del año van marcando los horarios de trabajo en la tierra, durante el verano las jornadas comienzan a las 6 AM  y pueden llegar a terminar entrada la noche. Por el invierno las cosas cambian, las heladas o neblinas les permiten a los quinteros comenzar su labor aproximadamente a las 9AM pero la jornada ya no puede extenderse hasta muy tarde en la noche. Estos horarios no impidieron que María estudiara. Sus primeros estudios los hizo en la Escuela Primaria N° 8 donde la mayoría de los estudiantes son de la zona. Allí una profesora de inglés la hizo escuchar “Imagine” de Lennon y el amor con los Beatles fue inmediato. La educación secundaria marcó un cambio radical, comenzó a viajar en colectivo. Empezó a experimentar la paciencia de muchos de los pobladores por la espera de la llegada del colectivo, la rabia por su ausencia…la impaciencia por llegar a destino. La escuela elegida fue la EEM N° 1 “Dr. Silvio Dessy”.
“Durante la secundaria me acuerdo que hubo tiempos que no teníamos nada, ni para comprar semillas. De cada plantación de zapallitos dejábamos un surco para que se hagan grandes así le sacábamos las semillas. No da lo mismo que la semilla comprada, pero no podíamos comprar. Fueron tiempos difíciles. Eso fue después de que le fuera mal con las plantas de frutillas. Para comer nunca nos falto pero si trabajas en la quinta eso no te sirve” recuerda María.
María fue un año abanderada, escolta y salió tercer mejor promedio al finalizar su educación secundaria en la Orientación Economía y Gestión. Nunca dejó de ayudar a su familia en el trabajo de la quinta. Sin embargo, “al principio en la secundaria me costo porque venia de 9 años de la primaria con los mismos compañeros y allá fui sola. Y me costo adaptarme al cambio, gente nueva. Quería abandonar. No era de ir a bailar, no me llamaba la atención. Pasa que la vida en el campo no es muy sociable. Tengo libre los sábados y domingos pero te limita mucho el transporte. Una hora de viaje, pasa cada una hora el colectivo, dicen cada media hora pero no cumple. Los fines de semana con la visita en el penal no para el colectivo y ya no viajas.” Dice un poco resignada María.
Recuerda fuertemente a Marcela la Bibliotecaria de la tarde, de aquellas tardes cuando estudiaba en la Dessy. Marcela le regaló un CD con la colección completa de los Beatles. María a pesar de todas las dificultades para viajar, para estudiar, ya había iniciado este camino. Al finalizar la secundaria se inscribió en el ISFD N° 50 del Cruce de Florencio Varela en la carrera Profesorado de Matemática. Aunque le genera mucha expectativa la docencia asegura que continuará ayudando a su familia, porque el trabajo en el campo es un legado de su padre.
“Esto es lo que me enseño mi viejo, este oficio. Al menos vamos a vivir de algo. Mi viejo siempre dice que hay que cuidar el campo, porque es lo que mueve el país. Pero sentimos que mucha bola no se le da” dice María.
María es un caso entre muchísimos casos de vecinos que tienen su oficio y su vida en las quintas. A poco de recibirse de profesora, María nos muestra que no hay impedimentos cuando hay voluntad. Pero también nos enseña que es importante diferenciar cuando se habla “del campo” y como dice María: “no poner a todos en la misma bolsa. Porque los que hacen paro son los que más tienen, de 100 hectáreas para arriba. Nosotros somos de pocas hectáreas o sea producimos para la zona pero también somos “el campo”, el campo no es solo soja y trigo.”
Vivir, transitar, conocer sobre La Colonia es un poco animarse a una mágica gira misteriosa, siempre espera para llevarnos. - Nota publicada en el periódico varelense "El Vecinal del Sur"-

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